Familia y lectura

Concepto

El término familia procede del latín familia, ‘lo propio del jefe de la gens’, derivado a su vez de famuˇlus, ‘esclavo’. Se entiende por familia el grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas y, en una segunda definición más general, el conjunto de ascendientes, descendientes, colaterales y afines de un linaje (Diccionario de la Real Academia Española).

Tradicionalmente, el concepto de familia ha estado condicionado por unos vínculos afectivos y de convivencia, y además por la asunción de roles dentro de dicha estructura de convivencia: padres, hijos, abuelos, tíos, etc. Este esquema ha ido evolucio- nando progresivamente en los últimos años, a la par que los derechos humanos en las sociedades, desde una estructura absolutamente patriarcal hasta la actual, más abierta y negociadora con carácter extenso, nuclear –esto es: conformada solo por los progenitores, sean o no de carácter biológico, y los hijos (Fernández Enguita,2007)–, monoparental u homoparental. Aunque su finalidad primigenia era procrear, progresivamente ha ido desarrollando su función e influencia como núcleo motiva- dor en la formación y educación de nuevos individuos que participen de manera activa y sepan desenvolverse de forma autónoma en la sociedad. El concepto de familia tiene, por tanto, un papel esencial en la formación de los niños, pues es en su seno donde se promueven las primeras iniciativas lectoras, donde se sientan las bases de gustos y aficiones (Meyer, 1994). A partir de ese trabajo cooperativo entre docentes y padres se conforma la educación literaria de los pequeños.

La ONU estipula en la Declaración de los Derechos Humanos (1984, artículo 16.3) que «la familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad»; asimismo, padres y madres tienen la responsabilidad de la educación de sus hijos, lo que al final repercute también en la estructura familiar globalmente (Apter, 1982). No obstante, en los últimos años y, como afirma Solé (1996), a pesar de que teórica e ideológicamente se da mucha importancia a la interacción en los procesos de colaboración entre padres y docentes, esta cada vez es menor y cada grupo funciona de manera independiente en el proceso formativo del niño.

 

Análisis

Conforme ha ido evolucionando la sociedad se han ido diversificando los tipos de fami- lia y su relación con los niños. La familia, siempre en constante evolución dentro de la sociedad, tiene un papel esencial para motivar los procesos de adquisición de la lectura previos incluso al proceso de escolarización. Tradicionalmente, los padres, las madres y, especialmente, los abuelos han cumplido una función básica con la introducción a la lectura de cuentos o historias breves que desarrollan en los niños, con un clima emo- cional idóneo, el gusto por la lectura, lo que después se potenciará de forma reglada en el ámbito escolar y será determinante para la etapa adulta. Sin embargo, en los últimos años, familia y escuela vienen desarrollando «influencias separadas» (Connors y Epstein, 1995), lo que provoca lógicas dificultades en el proceso de aprendizaje y la adquisición de las competencias lectoescritoras y de toda índole.

Por ello hay que volver a alentar a los padres y madres, aprovechando el nivel de estudios de estos, que va a resultar importante para la estimulación (Silvestre y Solé, 1993), para que se retomen los hábitos de lectura en casa con los hijos, creando un entorno social y ambientalmente motivante que provoque en las primeras etapas de acercamiento a los textos el deseo de conocer, de aprender y de abrirse a nuevos uni- versos a partir de la imaginación. El placer por la lectura no es automático (Moreno Sánchez, 2001), sino que precisa de un aprendizaje de hábitos, valores y conductas que requiere un esfuerzo constante y que, reafirmado dentro del entorno familiar, provoca en el niño desarrollos eficaces de toda índole –lingüístico, cognitivo, cultural, social, etc.– en su proceso formativo.

Implicaciones

Promover la implicación de la familia en los procesos de adquisición-aprendizaje de la lectura es uno de los retos fundamentales de la sociedad actual. Unos padres que leen y valoran la importancia de la lectura inducen a sus hijos, por imitación del hábito, a leer (Moreno, 2002).

Según Cazden (citado por Garton y Pratt, 1991), los mayores desarrollan de tres maneras su intervención en la educación:

• la instrucción directa: animación a la lectura;

• el uso de modelos: por ejemplo, que los adultos lean;

• y el andamiaje: poniéndose en su lugar para reconocer sus intereses y conocimientos a fin de facilitarles el camino eligiendo textos idóneos.

No obstante, con la plena dedicación de los adultos que conviven en la casa al mundo laboral, cada vez tienen menos tiempo para estar con sus hijos y desarrollar con ellos actividades de carácter lúdico y educativo en las que interaccionen como grupo unido y cohesionado. Asimismo, la idea cada vez más asentada, pero no por ello menos errónea, de que cualquier aprendizaje ha de desarrollarse en el aula debe irse eliminando del imaginario colectivo de la sociedad actual. Hay que tomar en consideración que hay determinados factores que condicionan este desarrollo de la lectura en familia, como son el citado nivel sociocultural familiar o el ruido que exista en el lugar donde se pretende leer (Cohen, Glass y Singer, 1993), pero el esfuerzo y la toma en consideración de lo que implica el proceso de lectura, siempre adaptada a los intereses de los pequeños aprendientes, entendemos que puede paliar estos déficits.

La influencia de la familia como iniciadora del niño en la lectura, tomando en cuenta la necesidad de adecuar el discurso a las posibilidades de comprensión del niño (Moreno, 2002), resulta a todas luces esencial para introducirlo en el placer de los textos (Focaumbert, 1989), en sus mecanismos y sus valores intrínsecos, que le servirán, aparte de para aprendizajes reglados posteriores, para desenvolverse mejor en una sociedad que requiere del compromiso de todos para prosperar.

Referencias

Apter, M. J. (1982), The experience of motivation. The theory of psychological
reversals, London: Academic Press.

Cohen, S., Glass, D. C. y Singer, J. E. (1993), «Apartment noise, auditory
discrimination and reading ability in children», Journal of Experimental Social
Psychology, 9, pp. 407-422.

Connors, L. J. y Epstein, J. L. (1995), «Parent and school partnerships», en Bornstein,
M. (ed.), Handbook of parenting, vol. 4, Hillsdale, Erlbaum.

Fernández Enguita, M. (2007), «Educar es cosa de todos: escuela, familia y
comunidad », en Garreta, J. (ed.), La relación familia-escuela, Lleida: Edicions de la
Universitat de Lleida, pp. 13-32.

Foucambert, J. (1976), Cómo ser lector, Barcelona: Laia.

Garton, A. y Pratt, C. (1991), Aprendizaje y proceso de alfabetización. El desarrollo
del lenguaje hablado y escrito, Barcelona, Paidós Iberica-MEC.

Meyer, L. (1994), «Home and School Influences on Leaming to Read in Kindergarden
Through Second Grade», en Lehr, F. y Osbom, J. (eds.), Reading Language and
literacy, pp. 167-184, New Jersey: Lawrence Erbaum Associates.

Moreno Sánchez, E. (2001), «Análisis de la influencia de la familia en los hábitos
lectores de sus hijas e hijos. Un estudio etnográfico», Contextos educativos, 4, pp.
177-196.

Moreno Sánchez, E. (2002), «La familia como institución sociocultural en la
adquisición de los hábitos lectores», Portularia, 2, pp. 309-324.

Silvestre, N. y Solé, M. R. (1993), Psicología evolutiva. Infancia, Preadolescencia,
Barcelona: CEAC.

Solé, I. (1996), «Las relaciones entre familia y escuela», Cultura y Educación, 4, pp.
11-17.

Fecha de ultima modificación: 2014-04-01